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lunes, 26 de marzo de 2018

Filosofía a la mano (V): Albert Camus y el absurdo


Un nuevo capítulo de esta saga de pequeños ensayos filosóficos donde busco desentramar las principales ideas de algunos de los mis pensadores filosóficos favoritos. Hoy: el francés, nacido en Argelia, Albert Camus, y un análisis de la que probablemente sea su novela más famosa: El extranjero (1942).




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Previamente… en “Filosofía a la mano”

El viaje comenzó con Nietzsche, en agosto de 2017. Venía escuchando mucho a Darío Sztajnszrajber (aún lo sigo haciendo) y leyendo bastante a este autor. Junté todo lo leído con mis experiencias personales y armé el primer post de Filosofía a la mano: Nietzche: el filósofo del martillo.

Como me gustó cómo quedó, y porque tuvo un buen recibimiento, seguí con Sartre y la condena de ser libre. El existencialismo es una forma de vivir, y esto es todavía más cierta en mi propia vida.

La tercera entrega se la dediqué a la ética kantiana: Kant: en busca de una Ley Universal. Por último, en la cuarta parte me metí con Platón y su banquete, en una nota que habla sobre el amor desde un punto de vista filosófico.

Albert Camus era un autor del que me interesaba hablar mucho. Indirectamente ya había hecho referencia a él en algunas notas anteriores. Por ejemplo, la maravillosa película The Sunset Limited trabaja las ideas detrás del mito de Sísifo del mismo modo que lo interpretó el filósofo en su época. Pueden leer la nota completa por acá.


Duelo de actores en "The Sunset Limited"...

Si bien Albert Camus tiene una bibliografía relativamente corta (en comparación a otros filósofos), lo que quiero hacer hoy es trabajar al autor a través de un único texto: la novelita El extranjero, publicada en 1942.

Tenía ganas de incorporar también el ensayo filosófico donde reinterpreta al clásico mito griego –publicado el mismo año–, ya que complementa muy bien a la obra literaria, pero la nota me iba a quedar enorme.

Camus ganó el premio Nobel de la Literatura en 1957 sólo para morir uno años después, cuando tenía 46 años. Iba en el asiento del conductor junto a su editor Michel Gallimard, quien chocó contra un árbol. En su bolsillo, todavía tenía el ticket de tren que había decidido no usar en el último momento.

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El extranjero: la historia de Meursault

La fama de Camus se basa, casi exclusivamente en El Extranjero, una novela corta que lo puso en el foco de atención. El narrador y protagonista es Meursault, un joven viviendo en Algeria. Luego de recibir un telegrama que informa la muerte de su madre (quien vivía en un asilo de ancianos), él viaja para el velorio.

A partir de ese hecho –y una serie de sucesos tan ordinarios como estrambóticos– descubrimos que Meursault es un antihéroe distanciado del mundo real, irónico, escéptico, cínico incluso. Un hombre que no le ve la razón de ser al amor, al trabajo y a la amistad.

Descargar “El extranjero” (1942) en versión PDF: LINK DE DESCARGA


El libro se configura en dos partes, cada una con cinco capítulos. A la mitad del libro se da el primer gran giro argumental de la historia (#SpoilerAlert. Ups).

Sin querer, sin verdaderas intenciones, sin ningún tipo de odio o rencor, o deseo de venganza, Meursault mata a un hombre. Un árabe que tuvo sólo un contacto indirecto con él por un altercado anterior con un amigo suyo. Le dispara en defensa propia, pero sin conocer sus propias motivaciones y sin mostrar culpa. Tampoco parece importarle su propio destino.

La segunda parte es dedicada al juicio del protagonista, donde finalmente se lo considera culpable y se dictamina su ejecución por miembros del jurado que sirvieron al caso.

Sobre las últimas páginas, Meursault verdaderamente termina por abrazar la idea que viene cocinando a lo largo de toda la novela: la existencia humana no tiene un gran significado. No hay Dios, no hay destino. La vida es caótica y absurda. Abandona toda esperanza de vivir y gentilmente acepta la indiferencia del mundo. Esa aceptación finalmente lo hace sentirse feliz.


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“Hoy ha muerto mamá”

El comienzo del libro es uno de los más poderosos de la narrativa contemporánea. Nos introduce de lleno en la historia del protagonista y, de un saque, nos muestra su absoluta indiferencia emocional, la cual es su principal rasgo característico. Arranca así:

«Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer.»

Meursault no demuestra tristeza o dolor por la muerte de su madre. Sólo se limita a reportar el hecho de la forma más directa y plana posible. Es más importante un dato trivial, como el día de la muerte, que el hecho en sí.


En primera instancia choca el hecho de que Meursault no tenga una reacción emocional. Lo hace difícil de categorizar. Si está feliz por la muerte de su madre, puede ser definido como un inmoral, un sociópata o un monstruo detestable. Pero él no está ni feliz ni infeliz. Simplemente le es indiferente. Sin embargo, el mundo práctico y físico sí le interesa.  Se preocupa por estar vestido adecuadamente, por ejemplo.

También demuestra interés por la naturaleza y por el clima. Justo antes del funeral, disfruta del escenario y el bello clima, a pesar de la ocasión. Durante el funeral mismo, lo que siente no es pena, sino cansancio físico y malestar por el insoportable calor.

Camus también acomoda la forma al contenido. La narración de Meursault varía reflejando su visión del mundo. Cuando habla de situaciones emocionales o sociales, las oraciones son precisas y cortas, con mínimos detalles. Cuenta sólo lo esencial, sólo lo práctico. Rara vez se apoya en metáforas. Rara vez busca embellecer el texto.

En cambio, la narración se expande cuando habla del clima, que está directamente relacionado con su condición física. Por ejemplo, al hablar del calor durante la procesión funeraria, el autor aprovecha varios artilugios literarios.

La creación del hombre-absurdo

Aunque la obra es usualmente clasificada como “existencialista”, en verdad es más un exponente del absurdo que plantea Camus. En la primera parte se explora lo absurdo de la existencia del personaje principal. Aunque todavía no tomó consciencia plena de ello, el absurdo está presente en todas sus acciones y a su alrededor.

El hombre absurdo (Meursault) no se guía por reglas definidas del bien y del mal. Por eso,  no siente que “se equivocó” al ayudar a Raimundo a vengarse de su novia (primera parte, capítulo III).

Aunque sabe que este último la piensa golpear, ayuda a su amigo porque su responsabilidad se limita “sólo a escribir una carta”. ¿Y qué hay de malo en escribir una carta? Entra en juego el tema de la moralidad ante el absurdo. El hombre-absurdo no ve la moral como una Ley Universal (como sí lo haría un personaje kantiano, por ejemplo). Tiene una idea subjetiva de la moralidad.


Otro ejemplo de su insensibilidad lo vemos en la relación que mantiene con María, una compañera de trabajo con quien comienza a salir inmediatamente el día después del funeral (primera parte, capítulo II).

Para Meursault la relación es exclusivamente física, la usa para satisfacer sus deseos sexuales. María, en cambio, sí desarrolla fuertes sentimientos. Cuando ésta le pregunta a Meursault si la ama, éste responde que no lo sabe ni importa.

Asesinato en la playa

Por supuesto, el gran giro argumental en la novela es el asesinato del árabe en la playa (primera parte, capítulo V). Cuando Meursault comete este crimen, su narración –una vez más– no se concentra en el hecho moralmente cuestionable, sino en los efectos físicos que le estaban causando al narrador el intenso calor en ese momento.

Este suceso atroz no tiene nada de diferente de los otros que ocurren en su vida. Nunca se cuestiona ni piensa en la humanidad del hombre al que mató (es irrelevante para él). Lo plantea como un simple hecho que es consecuencia de sus acciones y la causa de su arresto.


Es a partir de acá que el protagonista comienza a reflexionar mucho sobre su propia existencia. Si hubo un tiempo en el que vivía de una forma desligada, considerando toda persona y acción como banales, ahora es capaz de reconocerlo abiertamente, con una honestidad brutal y sin ningún tipo de barreras sociales.

En este punto Camus propone tres elecciones posibles. Es posible elegir el suicidio (1), ignorar el absurdo de la situación y continuar viviendo (2) o aceptar el absurdo (3). Meursault, en el climax de la historia, escoge la tercera opción.

En su ensayo El mito de Sísifo (súper recomendado, por cierto), Camus explica que el suicidio ante el absurdo es, en realidad, la única gran elección que tenemos en esta vida. Lo único que vale la pena plantearse.

«No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena de vivirla es responder a la pregunta fundamental de la filosofía

Durante la escena final del libro –esa conclusión hermosa donde Meursault se desquita violentamente con el sacerdote–  nuestro héroe experimenta un momento de catarsis en el que expresa frustración ante su absurdo y la angustia que le provoca la falta de sentido de su vida.

Eventualmente, termina por asumirlo y aceptarlo (opción #3), lo que le brinda libertad como nunca antes. Meursault se da cuenta de la indiferencia del universo hacia su vida, lo que le permite afrontar su sentencia de muerte con paz y armonía.

La arbitrariedad del hombre

El tema del absurdo, obviamente, recorre toda la novela. Durante el juicio, Meursault encuentra llamativo que un grupo de doce desconocidos puedan realizar un juicio de valor sobre su vida. Se mantiene siempre pasivo e inexpresivo, cosas que el abogado acusador utiliza en su contra para “demonizarlo”.

Para Meursault, el hecho de dispararle una, dos, tres o más veces a una persona no hace la diferencia. Fue el primer disparo el que lo mató. Los que siguieron no cambiaron este hecho ni tuvieron otras consecuencias. Para la Justicia, sin embargo, es un agravante. Puede, de hecho, cambiar el estado de resultados, determinar la inocencia o la culpabilidad.



La acusación se enfoca en probar la culpabilidad de Meursault. Se basa en que es ateo y no tiene sentimientos. Es un monstruo que no ama a su madre, a quien internó en un asilo, a quien no lloró el día de su muerte. Para peor, luego del funeral, fue a la playa y al cine con su novia María a ver una película cómica. ¡Hasta se rio en la sala!

Para este tipo de justicia, todas las acciones realizadas por el acusado son claras pruebas de culpabilidad. Imposible no relacionar esta segunda mitad del libro con El proceso, de Kakfa, novela en la cual algo muy similar le sucede a su protagonista, Josef K.

Este intertexto no es casual. Camus era un amante de la literatura kafkiana. Incluso le dedicó un apartado completo en el final de El mito de Sísifo. Dice el autor en el ensayo:

«Kafka niega a su dios la grandeza moral, la evidencia, la bondad, la coherencia, pero es para arrojarse mejor a sus brazos. Lo Absurdo es reconocido, aceptado, el hombre se resigna a él y desde ese instante sabemos que no es ya lo absurdo. En los límites de la condición humana, ¿qué mayor esperanza que la que permite escapar a esa condición?»

Palabras finales

El extranjero condensa (empaquetada en una historia de ficción) la tesis de la filosofía de Albert Camus: la filosofía del Absurdo. Sin decirlo realmente, el autor profesa que vamos por la vida, por el mundo real, desconociendo que somos todos extranjeros. 

Abrazar la filosofía del Absurdo, nos dice Camus, es quizás la única manera de evitar el auto-engaño que ofrece el mundo material, lleno de ilusiones y esperanzas falsas.


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